domingo, marzo 26, 2006

Recién salidito del horno...

Terminé esta ilustración hace apenas un par de horas apróximadamente, está basada en un cuento que escribí, el cual transcribo a continuación, espero que les sea de su agrado.

Gracias


Cuento:

Caminaba lentamente a través del oscuro y sereno bosque, la luz de la luna apenas traspasaba las ramas de los árboles, sólo era yo y el sendero, una ruta por la que transitaba.

Mi mente se concentraba en pensamientos de todo tipo, recordaba la suave brisa del mar, el profundo silencio del gran cañón, y ¿por qué no decirlo?, Hasta el horrible ambiente que hay en la ciudad.

Pensamientos de este tipo atravesaban mi mente, y ahí estaba yo, pensando y caminando, caminando y pensando.

Tenía que llegar a aquel lejano pueblo construido entre la espesura del bosque, y para hacerlo, sólo existía una manera de llegar hasta ahí, atravesando este oscuro sendero. Así pues, continué mi viaje, intentando estar siempre atento a la maleza, que, aunque se dice que no existe sendero más tranquilo que este, más vale prevenir, uno nunca sabe qué es lo que pueda estar oculto vigilándome entre el anonimato de los arbustos.

Poco trecho por recorrerme hacía falta hasta entonces, el cansancio comenzaba a reflejarse en mis pisadas, y era de esperarse, ya que ocho horas continuas de constante movimiento se dicen muy fácil, pero siempre el cuerpo reclama un poco de descanso después de tan rudo esfuerzo. Así que para distraerme un poco y olvidarme del cansancio decidí tratar de observar la luna, en verdad lucia hermosa, y, a pesar de estar yo debajo de las ramas de los árboles, podía observarla claramente, realmente era muy tranquilizante el observarla. Baje la vista para volver a lo mío, caminar, caminar y caminar.

Era todo tan monótono y aburrido, comenzaba a desesperarme, y no lograba visualizar ese maldito pueblo, tenía que controlarme y ser paciente, ¿por qué demonios tengo que ser yo el maldito mensajero real?, Me pregunté.

Fue entonces cuando un ruido llamó mi atención de entre las copas de los árboles, volteé para ver qué ocasionaba ese crujir de las ramas, y ahí estaba, no era humano, no se parecía a nada que conociera, a nada que hubiera visto hasta entonces, ahí estaba, viéndome con sus brillantes ojos rojos en la oscuridad, con ese brillo que congela el alma…

Paralizado, no sé su por el temor o por el asombro, me quedé en ese lugar petrificado cual habitante de Sodoma y Gomorra…

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